La integración de las tecnologías en la vida cotidiana tiene un rol preponderante en el aprendizaje y en el desarrollo social. Se ha demostrado que los procesos educativos que centran sus propósitos en el desarrollo de todos los grupos sociales que conforman el colectivo, permiten contrarrestar la segregación y la marginación, además de establecer lazos de reconocimiento y solidaridad, que favorecen el despliegue de las capacidades individuales en pos del beneficio social.