Soy madre, abuela y trabajadora social clínica jubilada, terapeuta familiar y he enseñado a niños con discapacidades emocionales/conductuales durante muchos años. Créeme, ¡he tenido una buena cuota de días malos! Y como resultado, he acumulado algunas habilidades de afrontamiento que creo pueden ayudar a cualquiera a sobrevivir a un mal día.
Tener un mal día es inevitable. Les ocurre a todos sin importar cuán inteligentes, ricos, afortunados o trabajadores sean. Aprender a planificarlos es una habilidad que se puede conseguir.
La meta del manejo de un mal día es simplemente – la supervivencia. Así que, en vez de trabajar más duro, es tiempo de bajar tus expectativas y decirte a ti mismo que está bien terminar el día como puedas. Todos estarán bien mañana, incluso si eres un profesor o un padre “mediocre” hoy.
Cuando las cosas no están resultando, eres particularmente susceptible a los juicios y comparaciones, pudiendo llegar a sentirte como un fracasado. Esto NUNCA AYUDA. Las afirmaciones negativas boicotean tu estado de ánimo y drenan tu energía. Éste es el momento para conservar cada pizca de energía que te quede, y poder gatear hasta tu cama al finalizar el día.
Las soluciones a los malos días incluyen hacer menos cosas y ser más amable contigo mismo. Reflexiona y haz una lista de actividades y rutinas que te ayuden a sentirte mejor. Al final de un mal día, prémiate. Saca esa lista y ponla en práctica. Mira programas de TV sin sentido o juega videojuegos, toma un baño caliente, da una caminata larga, lee una novela romántica, bebe un vaso de vino, come tu platillo favorito – todo esto, puede ayudarte a renovarte y ponerte en una buena posición para empezar con el pie derecho el día siguiente.
Desahogarte y compartir lo que sientes puede ser de ayuda – pero elige cuidadosamente con quién. Nadie se siente mejor compartiendo sus vulnerabilidades, errores y miserias con alguien que se jacta de ser perfecto o te infantiliza, imponiéndote soluciones. Éste es el momento para acudir a tus amigos más cercanos; aquellos que son empáticos y saben escuchar.
Si la evaluación de tu día te indica que debes disculparte con ciertas personas, hazlo. Todos aprendemos unos de otros, y para los jóvenes, los adultos son modelos a seguir. Así que cuando le dices a alguien que lamentas tu conducta anterior, estados de ánimo y errores, le enseñas a los jóvenes cómo disculparse, y les recuerdas que está bien ya que es parte de ser humano.
Un buen sentido del humor, puede lograr bastante. Busca en tu memoria momentos en que te hayas reído de ti mismo. Mira videos graciosos en YouTube o una película de comedia. Rodéate de la gente que amas y que te hace reír, para poner las cosas en perspectiva.
Recuerda siempre que hay una enorme diferencia entre tu conducta y tu valor. Un mal día es una lista de eventos, sensaciones y conductas que ocurren. Tu valor intrínseco —por otro lado— nunca disminuye luego de un mal día. Eres una persona valiosa, sin importar las circunstancias.
Como muchas cosas de la vida, no podemos hacer que desaparezcan los malos días. Sólo podemos aprender a manejarlos de mejor manera. Espero que estas ideas puedan ayudarte a hacer exactamente eso – tanto en tu rol de profesor/a, padre o madre, abuelo/a, y de persona en general.
Carol Justin
Licenciada en filosofía y psicología / Magíster en trabajo social / Certificada en trabajo social y sicología clínica / Certificada en educación para estudiantes con necesidades diferenciadas / 5 años de experiencia en el aula / 35 años de experiencia en terapia familiar